Las actividades que habitualmente realizamos son muy individualizadas para los niños y niñas de estas edades. Por ello hemos decidido enviaros las actividades de cada mes, para no solamente elijáis el mes de vida del niño, sino aquellas actividades que mejor podéis realizar en casa.
 

  • Realizar rompecabezas de dos piezas. Los rompecabezas pueden hacerse con dibujos de animales, objetos de aseo o de alimentación, muebles, juguetes, medios de transporte, etc. Pegar los dibujos sobre cartón y cortarlos por la mitad (en vertical, horizontal y diagonal). Conviene plastificarlos para que duren más tiempo. Indicar a los niños y niñas el modo de separar, juntar, voltear y unir las piezas.
  • Elegir tres o cuatro palabras, monosílabas y bisílabas, sonoras y significativas para los niños y niñas, y trabajar su pronunciación durante este mes. Por ejemplo: pan, sol, agua y hola. Cuando los niños y niñas las pronuncien, aunque de forma incorrecta (pa, so, aba, oa) , añadir otras nuevas y seguir estimulando la mejor pronunciación de las anteriores.
  • Jugar a esconder. Tapar la cara con un pañuelo y preguntar: ¿dónde está Dani? Quitar el pañuelo diciendo ¡aquí está! Repetir para que cada niño o niña se quite el pañuelo e intente responder ¡aquí está!

  • Cuando deseen un objeto pero no intenten nombrarlo, repetiremos el nombre varias veces y entregarlo sin demoras excesivas, pero sin alabar ni reforzar su conducta. Intentar que utilice sonidos en otras oportunidades.
  • Al finalizar una actividad que se haya realizado sobre el suelo, pedir que se agachen y levanten para recoger los juguetes.
 
  • Contar al niño el cuento de “El patito feo”. Mientras cuenta el cuento el niño repetirá con el adulto los diferentes sonidos que emiten los animales en la narración. Dialogar con el niño sobre la narración mediante preguntas: ¿Cómo era el patito? ¿Por qué no lo querían sus hermanos? ¿Dónde fue con su mamá? ¿Dónde llegó cuando se escapó?
  • Cuando el sol entre por la ventana en un día soleado el adulto colocará la mano entre la fuente de luz y una pared blanca. Desplazará las manos y los dedos hacia diversas posiciones para formar animales, pájaros y otras figuras. El niño mirará la sombra en la pared y el adulto realiza un diálogo con el niño cambiando el tono de voz como si fuese el animal que se proyecta. Luego dejará que el niño intente proyectar sus sombras mientras el adulto las observa y le ayuda si este lo requiere. (El mismo efecto puede conseguirse utilizando una luz eléctrica).
  • Delante del niño esconder entre las hojas de un libro una foto o dibujo, cerrarlo y pedir al niño que lo encuentre.
  • Mostrar distintas ilustraciones (tarjetas postales, fotos, láminas de calendarios, etc.) donde se verán representados distintos paisajes. Hablaremos sobre ellos, los observaremos, analizaremos, etc.
  • En un día de lluvia, asomar al niño o niña a la ventana para que la observe y a ser posible colocar su manita en el exterior para que note las gotas de lluvia en sus manos. A continuación, en papel de embalar o cartulina grande el adulto dibujará una nube. El niño dibujará la lluvia.

En la sociedad actual, el sentido de la vista adquiere gran relevancia al haberse generalizado la comunicación a través de imágenes. Los niños suelen ampliar sus conocimientos acerca del mundo por medio de la fotografía, la televisión, el vídeo, el cine, los ordenadores, etc., que van reemplazando a las palabras, los números y otros códigos de comunicación humana tradicional.

La visión es uno de los mecanismos más complejos del organismo humano. Sin embargo, la función visual, el nervio óptico y las estructuras internas del ojo llegan a desarrollarse perfectamente a lo largo de los dos primeros años.

El ojo es el órgano del sentido de la vista, recoge sensaciones ópticas o visuales realizando acciones específicas como mirar, observar y ver. El nervio óptico envía las sensaciones al área concreta del cerebro que se encarga de interpretarlas, archivar la información o reaccionar ante ella, gracias a las conexiones neuronales. El proceso resumido es el siguiente: La luz de un estímulo visual pasa a través del cristalino y se invierte, después

choca con la retina en la parte posterior del ojo y allí, las células sensibles a la luz la convierten en una información de pulsos eléctricos. Estos pulsos viajan por el nervio óptico (uno por cada ojo) y se entrecruzan en “x” en el quiasma óptico. De allí, los tractos ópticos llevan la información a los cuerpos geniculados laterales que forman parte del tálamo, desde donde viajan al área V1 en la parte posterior del cerebro, la corteza visual, que está dividida en pequeñas áreas encargadas de procesar diferentes aspectos: el color, la forma, el tamaño, etc., y después, la conciencia de los objetos vistos es conducida al sistema límbico o cerebro emocional.

Para aquellos padres que están interesados en conocer las áreas de la corteza visual, a continuación se enumeran:

V1: Exploración y análisis general.
V2: Visión estereoscópica.
V3: Profundidad y distancia.
V4: Color.
V5: Movimiento.
V6: Determinación de la posición absoluta del objeto.
V1, V2, V3, V5, V6: Analizan el dónde.
V1, V2, V4: Analizan el qué.

El nervio óptico está formado en la octava semana de gestación y se ha comprobado que el cerebro responde a la luz aproximadamente a las veintisiete semanas. De hecho, los bebés prematuros de treinta semanas mantienen su mirada en figuras estimulantes.

Cuando el niño nace, ve bastante bien, pero su agudeza visual no es muy buena. Las células aún no tienen capacidad de ajuste a diferentes distancias, por eso podría decirse que distingue una nebulosa a su alrededor.

No puede enfocar objetos muy cercanos o lejanos hasta pasado algún tiempo, pero ve claramente a una distancia de entre veinte y treinta centímetros, la distancia que hay aproximadamente entre los ojos del bebé y el rostro de la mamá cuando lo amamanta. Por este motivo, uno de los primeros estímulos visuales que el recién nacido es capaz de interpretar y de asociar a sensaciones placenteras como el tacto cálido, la caricias, el calor, la saciedad del hambre, el olor, la voz, etc., es el rostro de su madre. Es errónea la creencia de que nada más nacer el bebé tiene una visión del mundo en blanco y negro. Es cierto que el número de conos, que son las células del ojo responsables de distinguir los colores, es muy reducido y esto provoca que vean los colores diluidos. El recién nacido sólo percibe claramente las sensaciones de claro y oscuro, por eso prefiere mantener su mirada sobre los colores que ofrecen mayor contraste y, entre las combinaciones, llama más su atención el blanco y negro o el rojo y blanco.

El interés por los contrastes continúa hasta aproximadamente los seis meses, después comienza a percibir los valores e intensidades de algunos colores.
A los dieciocho meses empieza a mostrar preferencias hacia los tonos claros y vivos, descartando los oscuros y tonos pasteles. A partir de los dos años ya puede discriminar los colores rojo, amarillo, verde, azul, naranja, morado y marrón, además del blanco y negro.

Si los padres juegan con el niño ofreciéndole ocasiones variadas para que perciba y experimente con los colores, pueden lograr la percepción y discriminación de estos colores a una edad más temprana y, del mismo modo, pueden favorecer la fijación, el rastreo y la exploración visual.
 

Pintar los labios del niño y pedir que de un beso en una hoja o estampar sus labios, recortarlo y guardar en la caja. En el caso de que sean varios hermanos escribir el nombre de estos en cada beso que le corresponda. Pintar cada día los labios de un color diferente e ir metiéndolos en la caja. Cuando puedan ir a visitar a los abuelos o familiares entregar la caja de los “besos pendientes” en estos días. Si viven lejos y van a tardar en verlos pueden meterlos en un sobre y enviárselos por correo. El niño participará en la actividad y durante un paseo llevar la carta al buzón de correo.